Ávila







Todos pronosticaban que íbamos a pasar mucho frío, por lo tanto nos equipamos con ropas para enfrentarnos a los resquicios de la ola Siberiana que se suponía que estaba en el centro de la Península. Suerte para nosotros: nada de frío. Sólo un poco de fresco por las mañanas y las noches, pero nada comparado al frío húmedo de la costa.

Primera visita: reconocimiento nocturno de la zona (Basílica de San Vicente, Muralla, zona pubs :)

A la mañana siguiente nos acercamos a información. En un poste ponía: “Ávila te abre sus puertas” pero estaba cerrado. Buscamos sitio para desayunar  (vaso de zumito+café con leche+pulguita) y ya con energías volvimos a Información. ¡Ya estaba abierto! Nos armamos con nuestro plano de guiri y nuestra audioguía y nos pateamos Ávila. Tuvimos que preguntar en algún momento cómo llegar al monasterio de Santo Tomás para interactuar con los habitantes del entorno; y la respuesta fue: “uuuuyyyyyyyyyyy eso os queda muy lejos!, ¿vais a ir andando? Uuuuuuuuuyyyyyyyyy! Eso os queda a 10 minutos!” Dimos las gracias y nos fuimos aguantando la risa. Las distancias en Ávila son cortas. Había que pagar en todas las iglesias, basílicas y similares… En la entrada de la Basílica de San Vicente había un señor muy majo que se ganaba la vida con la caridad de la gente y a veces del párroco. Construía maquetas en madera. Dimos un paseo por las Murallas y callejeamos por Ávila. En todo momento el sol nos obligó a acordarnos de todos nuestros familiares (esos que decían que allí hacía tanto frío :)

Finalmente, el domingo, fuimos a visitar la ciudad Romana de Segóbriga o mejor dicho lo que queda de ella.

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